jueves, 21 de julio de 2011

Gorka & Julieta. Parte II, Capítulo II: Ayuda con los deberes


–Hoy no puedo –comentó Gorka por teléfono–. Mañana tengo un parcial bastante difícil, y voy a quedarme en la biblioteca a estudiar.
–Vale –dijo.
–Te quiero –se despidió.
–Yo también a ti.
Gorka colgó el teléfono y entró en la biblioteca pensando en su situación con Julieta.

Gorka pensaba a menudo en aquella tarde en la que lo habían compartido todo, y no les podía ir mejor desde entonces. Gorka estaba completamente enamorado de Julieta, no podía –ni quería– negarlo.

Colocó el par de gruesos libros sobre la mesa y dejó la mente en blanco.
Ahora solo debía pensar en Fotografía. Nada de Julieta.
Pero era tan difícil… ¿Qué estaría haciendo?
Antes de que se diese cuenta, Gorka estaba embobado con la imagen de Julieta durmiendo en sus pensamientos.
–Tengo que concentrarme –se dijo.
–Perdona… –dijo la voz de una chica.
Gorka irguió la cabeza.
–Ah… -¿cómo se llamaba?-...Amanda.
Ella le dedicó una sonrisa.
–¿Puedo sentarme contigo?
–Claro –aceptó. “Así me dejaré de tonterías y estudiaré en serio”.
–Gracias –dijo mientras tomaba asiento.
Tras unos minutos, comenzó a hablar.
–Menudo examen el de mañana… –comentó.
–No sé cómo creen que podemos memorizar tantas imágenes en tan poco tiempo –aseguró Gorka.
–Y que lo digas. No entiendo este párrafo, aún se me hace un poco difícil entender algunos textos en español...
–¿Cuál?
–En la tercera página, junto a la imagen…
 Gorka se lo tradujo perfectamente. Lo cierto es que su abuela había vivido durante años en Francia –a causa de la Guerra Civil Española–, y le había enseñado todo lo que sabía. 
–¡Ahora tiene sentido! –se alegró– Oye, deberíamos estudiar juntos más a menudo. Se me hace más fácil contigo.
–Pues tienes razón. Yo me concentro mejor con alguien que solo.
Amanda tenía la melena larga, rubia y ondulada. Tenía unos ojos grandes y azules que le daban un toque característico. No destacaba mucho en clase, pero en realidad era muy inteligente y también muy guapa.
Vestía un poco hippie, y siempre llevaba una armónica con ella que utilizaba cuando se ponía nerviosa. Le gustaban el manga y el cine inglés. Era francesa, y dedicaba sus ratos libres a escribir un libro aún sin título que tenía como protagonistas a una anciana un tanto extraña y a una pareja de jóvenes.
–Entonces… ¿quedamos el viernes que viene?
–En mi casa –se ofreció Amanda–. Mis padres están de viaje, así que estaremos solos.
–Vale.
                            
–Es la una –comentó Amanda, mirando su reloj. Estaban sentados en un banco que había en un parque vecino, la biblioteca la habían cerrado hacía tres horas.
–Yo no puedo hacer nada más por el tema cinco –corroboró Gorka mientras bostezaba–. ¿Lo dejamos por hoy?
–Completamente de acuerdo.

–¡Suerte mañana! –le dijo Gorka desde lejos mientras se despedía.
–¡Lo mismo digo!

–¿Qué tal el examen? –preguntó Julieta al día siguiente mientras daban un paseo.
–Pues, si te digo la verdad… Creo que muy bien. Todo fue gracias a Amanda, que me resolvió algunas dudas.
–¿Quién es?
–Es una compañera de clase. Nos conocemos desde el instituto, pero ella estaba en otra clase. Vamos a quedar mañana para estudiar de nuevo, porque nos ha ido muy bien.
–Ojalá pudiese decir lo mismo de mi examen de literatura… –comentó su interlocutora, abatida.
–¿Hay algún problema?
–Todo es culpa del “profesor” Cid –dijo Julieta, haciendo hincapié en “profesor”.
–¿Por qué dices "profesor"?
–Tengo muchas dudas y el muy cabrón no me las resuelve.
–Pide una tutoría con él. Quizás es que estás por debajo del nivel de la clase y... –Julieta le lanzó una mirada furtiva a modo de advertencia–. El profesor tiene toda la culpa.


Se sentaron en un banco y empezaron a devorar unos platos de fruta que Gorka había preparado.


–Puede que yo tenga la culpa –admitió Julieta, aún con la boca llena–, pero es que se me hace muy difícil.
–Si quieres yo puedo ayudarte. La literatura se me daba bien cuando estaba en el instituto.
–No, tú tienes la facultad y además el trabajo. Las pocas horas que nos podemos ver a la semana no deben centrarse en más trabajo...
–Vale, pero prométeme que hablarás con él.
–De acuerdo... –Julieta miró el reloj–. Tengo que irme. Tengo clase mañana.


Gorka le dio un beso de despedida y ambos se dirigieron a sus respectivas casas, que estaban en direcciones opuestas.

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