martes, 24 de mayo de 2011

Gorka & Julieta. Capítulo VI: Fuego


 Caminaban de la mano, a paso lento, intercambiando miradas de cuando en cuando. La química que había entre ellos aumentaba más y más, acercando a Gorka y Julieta como si fueran imanes norte y sur.
Julieta colocó un mantel sobre la hierba y se sentó en él.
  –¿Un picnic? –preguntó Gorka.
  –Ajá. Esa era la sorpresa.
 Gorka sonrió mientras se inclinaba sobre el mantel para sentarse.
 Una vez en el suelo, se acercó más a Julieta, que enrojeció.
 Observó las fresas ya lavadas y listas para consumir que Julieta había traído consigo. Cogió  una entera y se la metió en la boca, dejando la mitad de la fresa en el exterior. Extendió el brazo para ponerlo detrás del cuello de Julieta y la trajo hacia él.

 Los dos sabían lo que iba a pasar a continuación.

 La fresa tomó parte en el ardiente beso.

 Gorka  fue inclinando a Julieta sobre el mantel con sus labios. Ya tumbados, ambos mantenían los ojos cerrados.
 Gorka, que estaba encima de Julieta, paseó su mano por la pierna desnuda de Julieta con una caricia hasta llegar a la parte interior de su muslo. El dorso de la mano de Gorka levantaba la falda de la chica conforme avanzaba.

 La pareja ardía en llamas.
 Los dedos de Gorka ya se encontraban rozando la ropa interior de Julieta. Introdujo sus dedos en su interior, moviéndolos con delicadeza por la zona.

  –Pa... pa... ¡Para! –balbuceó Julieta.
 Gorka abrió los ojos y observó el rostro de Julieta. Sudaba y se extrañaba ante la conducta de Gorka. Lanzó una mirada a la mano de Gorka, aún en sus culot, y a continuación volvió a mirar a Gorka.

 Gorka, decepcionado consigo mismo, apartó con delicadeza sus manos y colocó bien la falda de Julieta.
  –Lo siento mucho –dijo tras unos incómodos segundos–. De verdad que lo siento. Me dejé llevar. No sabía que tú aún...
  –...no estaba preparada –terminó Julieta.
  –Sí –Gorka sentía un fuerte dolor en el pecho. ¡Estuvo a punto de violarla! Jamás se lo habría perdonado–. Tranquila. Yo tampoco estaba seguro en mi primera vez. Habría preferido que fueses tú la primera.

 Julieta se sorprendió. Así que no era virgen. No sabía que contestar, así que esperó.

  –No te sientas presionada. Jamás volveré a hacerte sentir así. Lo prometo.
 Rodeó a Julieta con los brazos, y así se quedaron hasta la noche.

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