domingo, 2 de octubre de 2011

Gorka & Julieta: Parte II, Capítulo IV: Viento



Gorka escuchó el sonido del despertador y abrió los ojos instantáneamente.

 Lo desactivó tan rápido como pudo, en el intento de no despertar a Julieta, que yacía desnuda sobre su cama, tapada de cintura para abajo con las sábanas de color azul.

 Gorka se vistió rápidamente y le dejó una nota a Julieta.
Cerró la puerta de su apartamento y condujo el coche en dirección al parque donde había quedado con Amanda.
A través de la ventanilla del copiloto pudo ver la melena larga y rubia de Amanda ondeando al viento.

  –Hola –saludó Gorka.

Amanda, al percatarse de su presencia, se levantó rápidamente del banco y lo abrazó.

  –Hola –susurró al fin, aún con los brazos alrededor de su cuello.

  –Que cariñosa estás hoy –dijo mientras la separaba de su cuerpo agarrándola por la cintura.


 Durante diez segundos se quedaron así, agarrados entre los árboles caducos y las hojas marrones que danzaban con la brisa, ella con las manos sobre su cuello, y las de él alrededor de su cintura.

 De repente, vieron los apuntes de Amanda entre las hojas de árbol.

  –¡Mis apuntes! –chilló.
Gorka y Amanda intentaron atraparlos, pero solo pudieron recuperar unos pocos folios.

  –Me faltan más de la mitad de los temas más importantes –concluyó cuando ya se habían sentado–. Genial.
  –No te preocupes. Yo te los presto. Para ese tipo de cosas quedamos, ¿no?
 Amanda esbozó una sonrisa.
  –Gracias. Oye, ¿vamos al bosque de ahí atrás? Allí hay muchos abetos alrededor de un prado, nos resguardarán del viento.
  –Vale.

 Gorka y Amanda se sentaron sobre las oscuras hojas, entre los árboles.

 Amanda estaba en lo cierto. No había ni un ápice del viento que había en el parque.

 Gorka se tumbó boca abajo, y Amanda lo imitó.

 Colocaron los apuntes sobre el suelo, frente a ellos.
Al contrario que otros días, no estudiaban en voz alta y compartían opiniones.

Solo se escuchaban pájaros cantar y hojas crujir.

Tras aquel largo e incómodo silencio, Amanda comenzó a hablar.

–A veces vengo aquí a pensar –hizo una pausa. Miró a Gorka, que no dijo nada, y continuó–. Las últimas veces que vine, pensé en ti.

Gorka miró sus profundos ojos azules y ambos finalizaron la conversación con un beso que ninguno pudo reprimir.

Pero cuando Gorka abrió los ojos vio a Amanda frente a él, y comprendió que Julieta era a quién quería. Que aquella estúpida tentación que se encontraba en el fondo de su ser no era verdadera.

Gorka sostuvo el rostro de Amanda por el mentón y le dijo que no estaba disponible.

–Mi corazón es de Julieta –mientras se levantaba, observó los ojos llenos de lágrimas de Amanda, que se derrumbaba como nunca antes–. Puedes quedarte mis apuntes.

Gorka sabía que jamás los volvería a tener. No estudiaría nunca más con Amanda. Pero Julieta merecía saber la verdad. Desde aquel primer día de estudio, supo que sentía una gran atracción por ella. Sabía que quizás aquello pasaría. Pero prefirió no pensar en la realidad.

Amanda se enjugó las lágrimas que cubrían sus sonrosadas mejillas mientras se prometía no olvidar a Gorka. No iba a rendirse, y Gorka, que caminaba por el paseo en dirección a su coche, también lo sabía.



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