Hace unos pocos meses no me reconocía.
Creía ser otra persona, alguien que se había moldeado en la parte oscura de mi corazón y que había hecho que Sergio se consumiese en su propio fuego.
Hace unos pocos meses era una persona vacía, con el alma rota, no encontraba consuelo ni en mi familia ni en mis amigos.
No quería estar solo. Pero a la vez me sentía mejor solo.
Y cuando vi en lo que me había convertido...
Era una persona sin deseos, destinada a vivir durante décadas en este mundo sin quererlo, me sentía vacío. Creía que únicamente estaba aquí, en el mundo, ocupando espacio.
Un espacio que debía dejarse a otras personas.
Pero, al darme cuenta en quién era, en como me veían los demás, decidí afrontarlo.
Y ahora, aunque no tenga muchos motivos para ser feliz, simplemente lo soy.
Porque es mejor estar feliz que triste.
Yo solo me dedico a vivir como yo quiera, sin importarme lo demás.
Aunque parezca egoísta, lo que más nos importa después de todo es nuestra felicidad.
Buscamos personas a las que amar para ser felices.
Compramos ese móvil nuevo -aunque tengamos el que salió el mes anterior- para sentirnos felices.
Cuando creemos que todo está perdido, acabamos pensando en las drogas, el alcohol, el suicidio, sin recordar a aquellas personas que querían vivir y fallecieron por culpa de los conductores que ahogaban sus penas con una botella de whisky.
El ser humano es egoísta.
Y no podemos hacer nada por remediarlo.
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