domingo, 22 de mayo de 2011

Athan. Capítulo I: Las palomitas del diablo



El sonido del microondas indicó que las palomitas estaban listas. Athan inspiró aire a través de su nariz. Sonrió, satisfecho. Ya estaba listo para ver las películas.

Era su segundo maratón aquella semana. Necesitaba grandes ideas para su próximo crimen. La colección de películas gore y de terror del videoclub le brindaba muchísimas formas de asesinar a sus víctimas, lo cual hacía bastante feliz al quinceañero. El único que sabía de sus múltiples visitas al videoclub era su propio dueño, que veía en Athan una gran admiración por el cine clásico de terror, nada más. No se imaginaba que el adolescente veía esas violentas películas para después recrear sus asesinatos. Pesadilla en Elm Street, Las Colinas Tienen Ojos, La matanza de Texas, Saw, Destino Final, Scream... Había visto todas las películas americanas de terror donde la sangre y el sufrimiento eran los principales protagonistas.

Su hobby era relativamente nuevo, en aquellos momentos planeaba su cuarto homicidio. Su víctima sería Cyrene, una chica que no destacaba entre los alumnos de su instituto. No tenía amigos ni progenitores, vivía en una familia de acogida. 

En la tercera película de la noche había encontrado una gran muerte que podría realizar casi sin esfuerzo si usaba un buen somnífero. Empalada.

Tan solo necesitaba una barra de hierro gruesa terminada en punta y un lugar donde asesinarla. ¿El bosque cerca de su instituto? No, sería demasiado evidente. El primer lugar donde buscarían. ¿Lanzarla una vez muerta al río que cruzaba la localidad? Aunque la metiese dentro de una bolsa e introdujese piedras en ella, el cuerpo podría salir a flote o los pescadores podrían encontrarlo en sus redes cuando estuviesen trabajando.

Había muchas posibilidades, así que Athan debía encontrar el lugar perfecto y menos indicado, un lugar que sólo el conociese y frecuentase.

La vieja fábrica de ladrillos.

Situada a las afueras de la ciudad, la fábrica estaba abandonada desde hacía 30 años, y era aparentemente inaccesible, pero no para Athan.

No pasaba casi nadie por sus proximidades, y las viviendas se encontraban en venta o simplemente abandonadas por los antiguos propietarios que perdieron sus trabajos por el cierre de la fábrica.

Sí, era definitivamente el mejor lugar donde asesinar a su víctima.

Athan sonrió. El plan iba sobre ruedas.

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